miércoles, 3 de septiembre de 2025

Tomás Luis de Victoria

Tomás Luis de Victoria (Ávila,.1548 - Madrid, 27 de agosto de 1611) fue un sacerdote católicomaestro de capilla y célebre compositor polifonista del renacimiento español. Se le ha considerado uno de los compositores más relevantes y avanzados de su época, con un estilo innovador que anunció el inminente barroco. Su influencia llega hasta el siglo XX, cuando fue tomado como modelo por los compositores del cecilianismo.

Biografía

Antecedentes familiares y primeros años

Tomás Luis de Victoria nació alrededor de 1548, probablemente en Ávila, la residencia principal de su familia en ese momento. 

El lugar de nacimiento de Victoria ha sido objeto de debate y sigue sin estar claro, ya que nunca se ha encontrado su acta de bautismo. Se ha propuesto Sanchidrián como otro posible lugar de nacimiento, sin embargo, fue más tarde cuando los Victoria se asentaron allí, cuando el hermano mayor de Tomás se mudó a Sanchidrián con su joven familia y su madre viuda. 

En la juventud de Tomás, Sanchidrián era solo el lugar de una de las muchas propiedades rurales de la familia.

Los orígenes de la familia Luis de Victoria son turbios por el lado paterno. La familia solo se puede rastrear hasta el abuelo de Tomás, Hernán Luis Dávila, quien hace su primera aparición documentada en Ávila durante los primeros años del siglo XVI

Es importante señalar que el apellido Victoria proviene de la esposa de Hernán, Leonor de Vitoria. Siguiendo la práctica de la época, sus hijos combinaron sus apellidos, en el orden de su preferencia, o eligieron entre ellos. 

La ortografía original Vitoria (de la ciudad del mismo nombre) sería utilizada por todos los miembros de esta familia con la excepción del propio Tomás, que adoptó la latinización “Victoria”.

Hernán Luis Dávila fue un próspero comerciante de lana que invirtió astutamente sus ganancias en la construcción de una amplia cartera de bienes raíces en toda la provincia de Ávila. 

Tanto su profesión como la especulación inmobiliaria, así como la creciente participación de la familia en la banca, sugieren fuertemente unos orígenes conversos, aunque no hay evidencia sólida que lo respalde. 

Los Victoria vivían en la calle de los Caballeros, que entonces estaba llena de tiendas de lana y seda, frente a San Juan Bautista, su iglesia parroquial, y a pocos pasos de la plaza principal del mercado de la ciudad. Su casa todavía está en pie, y las tumbas de los padres y abuelos de Tomás están en San Juan.

Victoria fue el séptimo de los nueve hijos de Francisco Luis de Vitoria y Francisca Suárez de la Concha. La familia de su madre eran ricos comerciantes de lana y banqueros de origen judío, afincados en Segovia

El bisabuelo de Francisca, Jacob Galfón, se llevó brevemente a su familia a Portugal tras la expulsión de los judíos, pero regresó a Segovia con autorización real a finales de 1492, convirtiéndose al cristianismo y tomando el nombre de Pedro Suárez de la Concha. 

La familia Suárez de la Concha fue elevada a la aristocracia, adquiriendo varios señoríos y finalmente el título de marqués de Lozoya.

Francisco, el padre de Tomás, tenía un lucrativo negocio como notario en Ávila y también obtenía importantes ingresos de las rentas de las propiedades familiares y de los préstamos de dinero; sin embargo, era propenso al juego, lo que provocó una disminución de la fortuna familiar. 

Como consecuencia de ello, tras la muerte de Francisco, su hijo mayor, Hernán, vendió la casa familiar en Ávila y se trasladó a su finca de Sanchidrián. Esto fue sólo un revés temporal, y los Victoria pronto recuperarían su equilibrio, involucrándose más en la banca, en asociación con sus primos Suárez de la Concha y otros afincados en la capital financiera de Castilla en ese momento, Medina del Campo

Significativamente, durante esta época de inseguridad financiera, Hernán rompería con la práctica convencional y compartiría su herencia, asegurando que sus hermanos recibieran educación y dotes. 

En el caso de Tomás, esto hizo posible, junto con el apoyo de su tío, el sacerdote Juan Luis de Vitoria, su formación musical temprana en la escuela catedralicia de Ávila.

Sus inicios en la catedral de Ávila

A la edad de 7-8 años entró en el coro de la catedral de Ávila, donde sintió vocación por el sacerdocio y a finales de 1558 entró al servicio de la Catedral. Los primeros conocimientos musicales los recibió allí del Maestro de Capilla Jerónimo de Espinar, pero el que se encargó de la formación musical de Victoria fue el posterior Maestro de Capilla Juan Navarro Hispalensis. Desde muy joven pudo haber recibido lecciones musicales de Escobedo, mientras este estaba en la ciudad de Ávila. Sin embargo, fue Palestrina el que perfeccionó su arte.

Posteriormente, a la edad de 19 años, decidió partir a Roma, entrando en el Colegio Germánico para consolidar su vocación sacerdotal y profundizar sus conocimientos musicales, esta vez, gracias al conocido compositor Palestrina. 

Una vez allí, coincide con varios paisanos españoles, los cuales le explicaron el funcionamiento del Colegio. Para entonces, Victoria ya tenía buenos conocimientos de Gramática y de Música y sabía tocar bastante bien el órgano. Pero en el Colegio comenzó a estudiar las disciplinas eclesiásticas y a ampliar y perfeccionar más sus conocimientos musicales. Esto último se refleja bien en una Dedicatoria que escribió al Rey Felipe II, Católico Rey de las Españas:

Desde el día en que llegué de España a la ciudad de Roma, a más de otros nobilísimos esfuerzos y desvelos consagré al estudio de la Música. Y ya desde el principio me propuse no tan solo contentarme con su conocimiento para detenerme en proporcionar un deleite a los oídos y al espíritu, si no, mirando más allá, ser útil, en lo posible, al presente y al porvenir. Y habiéndome ejercitado en gran manera en este estudio de la Música, hacia la que me siento arrastrado como por un secreto instinto e impulso, a fin de que los frutos de mi ingenio tuviesen mayor difusión, acometí la empresa de poner en música la parte principalmente, que se celebra con más frecuencia en el culto de la Iglesia Católica.

Así, Tomás Luis de Victoria cultivó también su vocación sacerdotal con los santos ejercicios de piedad, que establecían las Constituciones del Colegio, la asistencia diaria al Santo Sacrificio de la misa, oída con ánimo devoto, la recitación y canto del oficio divino mañana y tarde de los domingos y días festivos, y la lectura y predicación de la palabra de Dios.

Maestro de capilla y sus primeras composiciones

Por el año 1569, sin abandonar las clases del Colegio Romano, toma el cargo de «Cantor» y al mismo tiempo organista de la Iglesia nacional de los Aragoneses en RomaSanta María de Montserrat

Allí continuó como maestro de capilla por lo menos hasta mediados de 1572,​ lo que le permitió dedicarse por completo al estudio y a la composición de obras musicales, que aparecerían muy pronto y manifestarían el intenso trabajo de Victoria entre 1571 y 1572. 

Sin embargo, un dato curioso es que durante esta etapa (1569-1572) no se sabe con claridad quién fue su maestro.

Justo ese último año (1572), publica su primera colección de motetes, en la que agradece su ayuda al cardenal arzobispo de Augsburgo Otto Truchsess von Waldburg. Muestra de ello son las siguientes palabras que le dedicó:

Me obligaban muchas cosas a hacer esto: primero el que para ejercer ese patrocinio que sobre mí habéis tomado, nada omitís de cuanto pueda contribuir a engrandecerme y honrarme… En segundo lugar ¿A quién era más justo que ofreciese los cantos de música y canciones piadosas, que a aquél que tiene su principal deleite en el canto y antepuso en todo el curso de su vida la devoción a las cosas divinas a todas las riquezas y a los honores? ¿Quién en justicia, debe recibir el primero fruto de mis trabajos, sino vos, quien debo el conocimiento de este Arte, si es que hay alguno en mí, o si se ha de estimar en algo? Por lo cual, tanto sobre los demás protectores os confieso deberos cuanto penas le es permitido deber un hombre a otro hombre. En testimonio de lo cual determiné dar a luz para pública utilidad estos mis trabajos- valgan lo que valiere- y primicias de mi ingenio, en las que va inscrito principalmente vuestro nombre.

Se sabe, además, que desde un año antes de esta publicación, Victoria se encargaba de la enseñanza musical de los alumnos del Germánico, por lo que recibía quince julios mensuales como paga.

El abulense

Años después consta, por documentos encontrados por Raffaele Casimiri, que el domingo 6 de marzo de 1575 (a la edad de 27 años) «Tomás Luis de Victoria, clérigo abulense con letras dimisorias de su ordinario, previas muestras de idoneidad en examen verificado por los examinadores nombrados, fue promovido al orden de Lectorado». 

Así consta en el «Liber ordinationum» conservado en el Archivo General del Vicariato de Roma. Esto significa que en adelante estamparía su nombre en las portadas de sus obras con el título de «clericus o presbiter abulensis», que no significa otra cosa que natural de Ávila. De aquí que se le reconozca como Tomás Luis de Victoria, «El abulense».

Posterior vida en Roma y deseos de volver a España

Pronto hizo un envío a la Catedral de Ávila de seis cuerpos de libros de música encuadernados compuestos por él mismo. Sin embargo, éste no recibió nada a cambio de ellos debido, posiblemente, a las deudas de dicha catedral que incluso obligaron a suprimir la representación de los famosos autos sacramentales en la fiesta y octava del Corpus

A pesar de ello, Victoria realiza otro envío en enero de 1577, siendo esta vez un libro de canto de órgano, que entregó, como el anterior, su tío Juan Luis. Y aunque siguió sin recibir nada a cambio, hizo hincapié en seguir enviando más composiciones suyas, entre las que destacan un libro de misas de canto de órgano (1584) por el que recibió diez ducados; dos libros de canto de órgano (1587), por el que recibió cien reales y un libro de misas breves de canto de órgano (1593) por el que le dieron diez ducados. 

Todas estas obras quedaron guardadas en la Catedral de Ávila, pero, desgraciadamente, hoy no se conserva ninguna.

Un año después de su segundo envío, Tomas Luis de Victoria salió del Colegio Germánico y son pocos los datos que se conservan de su vida posterior en Roma, a pesar de que siempre asistía a las fiestas de la iglesia de Santiago de los Españoles para dirigir la parte musical en diversas fiestas religiosas.

A continuación veremos una carta que escribió Victoria en 1583 para el rey Felipe II, en la que descubrimos las dos aspiraciones de su espíritu: volver a España, la patria querida, y consagrarse al retiro y a la oración, dando un descanso a su vida de compositor. Además le dedica dos libros de misas a cuatro, cinco y seis voces. Pero para entenderlo mejor veamos sus palabras dedicadas a dicho monarca:

Desde los días, en que habiendo partido de España para Italia, llegué a la ciudad de Roma, además de otros nobilísimos estudios, en que hube de ejercitarme durante algún tiempo, muchos esfuerzos y cuidados consumí en el estudio del arte musical. Y me propuse desde el principio no contentarme con su conocimiento, para detenerme en el solo deleite de oídos y de espíritu, sino mirando más allá, ser provechoso –cuando me fuera posible- para el presente y para la posteridad. Habiendo, pues, trabajado en gran manera en este estudio de la Música, a la que me siento arrastrado por la naturaleza, como por un secreto instinto e impulso, a fin de que los frutos de mi ingenio tuviesen más difusión, acometí la empresa de poner en Música adornar con modulaciones –principalmente aquella parte- que con más frecuencia se celebra en la Iglesia católica. Porque ¿Para qué debe servir mejor la Música que para las divinas alabanzas del Dios inmortal, de quien procede el número y la medida? cuyas obras todas están tan admirable y tan suavemente dispuestas, que llevan delante de sí y muestran cierta increíble armonía y canto. Por lo cual, en muy grave error se ha de entender que cayeron, y por tanto deben ser sin compasión castigados, los que pervirtieron un arte creado como el más honesto para alivio de los cuidados y para recreo del alma con un deleite casi necesario, consagrándole para cantar torpes amores y otras cosas indignas.

A fin de no abusar, pues, de beneficios de Dios, Optimo Máximo, de quien procede todo bien, a las cosas sagradas y eclesiásticas consagré todo el empeño y ayuda de mi ingenio. Dejo al juicio de otros cuanto haya sobresalido en ello. Por parecer testimonio de inteligentes y peritos ciertamente, lo he conseguido de manera que no tengo por qué arrepentirme de mis esfuerzos y trabajos.
Y habiendo mucho antes de ahora compuesto y hecho imprimir, obras que advertí fueron recibidas, con aplauso, quise ya, fatigado, para poner término a mis trabajos de compositor y cumplida ya al fin mi misión, gozar de honesto descanso entregando el espíritu a la contemplación divina –como cumple a un sacerdote- quise, repito, añadir este último fruto de mi ingenio que graves razones, no solo al darle a luz, sino también al concebirle en mi espíritu y pensamiento, me movían a ofrecerle muy principalmente a Vuestra Majestad. Porque después de una larga ausencia, al volver a ver el suelo de mi nacimiento, habiéndome de presentar en cumplimiento de mi deber ante vuestra real presencia en cumplimiento de mi deber ante vuestra real presencia, no debía llegar con las manos vacías sino ofreceros algún regalo, que fuese el más propio de mi profesión ministerio, y a Vuestra Majestad el más agradable. Y nada para canto y música puede proponerse a un músico más grande y de mayor majestad, que el sacrosanto misterio y sacrificio de la Misa. Con esto he querido poner fin a mis trabajos. Esta obra compuesta por un español, ¿A quién se la debe con más justicia que al Rey de las Españas, católico, piadoso y tan amado de Dios? Ciertamente entiendo y confieso que tan gran Príncipe es harto más digno de mejores dones, es, sin embargo, muy propio de la real clemencia mirar en los inferiores y en los pequeños no el regalo, sino el corazón. Ni es tampoco posible que esté en relación con la dignidad regia la liberalidad privada. Confío en que esta mi ofrenda no ha de ser indigna de la Real Capilla, hallándose principalmente honrada con tu nombre y protección,

Réstame esperar que tu Majestad reciba este don con aquella amabilidad, conque se gana a todos los hombres, y a un súbdito, respetuosísimo con su autoridad acoja en su corazón de Rey, para quien mientras viviere, según es mi deber y según lo piden los tiempos de un reino cristiano, pediré al Señor Omnipotente y Rey de Reyes le sea todo feliz y próspero.
Viva y reine por largos años.

Según la documentación aportada por Ángel Manuel Olmos, las razones por las que podría haber vuelto a España no fueron musicales o profesionales, sino por el interés de acudir a la apertura del testamento de su tío homónimo.

Estancia en España, vuelta a Roma y sus últimas composiciones

Dos años después de esta dedicatoria, en 1585, Victoria publica también en Roma el prodigio de la polifonía sacra, que es su Officium hebdomadæ Sanctæ y también Motetes de las fiestas de todo el año (Motecta festorum totius anni) que dedica al príncipe de SaboyaCarlos Manuel.

En mayo de ese mismo año, 1585, Victoria regresa a España. 

En 1587 Felipe II lo nombra capellán de su hermana, la emperatriz María de Austria, en el monasterio de las Descalzas Reales, en Madrid. Victoria trabajó durante 24 años en las Descalzas Reales, de ellos 17 como capellán de la emperatriz hasta su muerte en 1603 y, después, a partir de 1606, como organista del monasterio.

Desde 1589 hasta 1592 Victoria no publica ninguna obra. Tal era la estima en la cual era tenido que se le permitía viajar frecuentemente fuera del convento. 

Con mayor seguridad, casi se puede afirmar que Victoria vuelve a principios de 1592 a Roma, posiblemente para la edición de nuevas obras, saliendo ese mismo año a la luz en Roma el segundo libro de misas, que dedica al Cardenal Alberto

Posteriormente solo encontramos en su producción el motete Surge, Debora que se cantó en la Iglesia de San Apolinar el 18 de julio de 1593, en la fiesta solemne celebrada para dar gracias a Dios por la victoria contra los turcos en Croacia bajo la fortaleza de Lisse

Visitó Roma en 1593 durante dos años, atendiendo al funeral de Palestrina en 1594, regresando de nuevo a la Corte española en 1595. 

Para el 12 de mayo de este último año figurará nuevamente como Capellán de la Emperatriz. 

Y ya posteriormente ejerció, al menos, desde 1606 el cargo de organista en las Descalzas Reales hasta el día de su muerte, concretamente el 27 de agosto de 1611, quedando inscrita en el segundo Libro de Difuntos de la Parroquia de San Ginés de Madrid con las siguientes palabras:

Tomé de Victoria clérigo organista de las Descalzas en la calle del Arenal en sus mismas casas murió oy  sábado 27 de agosto de 1611; enterróse en las Descalzas, recibió los Santos Sacramentos administróselos el Doctor Ronquillo, hizo testamento ante el Juan del Castillo, escribano, testamentarios el licenciado Mirueña, que bibe  en las dichas en la calle del Arenal y don Juan de Triviño, que vive en las dichas casas.

Obra

Victoria era un hombre devoto, que dejó su exitosa carrera musical en Roma para concentrarse en el sacerdocio hasta su muerte; pero no dejó de componer jamás, llegando a publicar unas 180 obras en quince ediciones a lo largo de treinta y tres años (entre 1572 y 1605). 

Se distingue de sus contemporáneos por haber compuesto exclusivamente música religiosa, destacando sobre todo en los incomparables responsorios del triduo sacro de Semana Santa, un tema que no abordaron estos. 

El compositor abulense tuvo gran éxito con la publicación de su obra casi completa a lo largo de su vida, en ediciones suntuosas que contaron con la ayuda económica recibida de patronos como la emperatriz María o el papa Gregorio XIII, lo que le permitió dedicarse libremente a la composición. 

Polifacético desde su primera edición, su evolución estilística va desde el polifonismo renacentista de sus 33 motetes de 1572 hasta el atisbo del policoralismo barroco, con la utilización de unas métricas cada vez más violentas. 

Su característica repetición del mismo acorde sobre distintas sílabas distinguirá sus obras de “batalla”, tientos y misas, que culmina en la Misa “Pro victoria” o misa de “La Batalla”, escrita para satisfacer los gustos musicales profanos del príncipe Felipe III por lo que el Cabildo de la Catedral abulense devolvió a Victoria el ejemplar recibido por no considerar apropiada su interpretación en este recinto. Esta magistral misa fue elegida por la Casa Real española para la ceremonia de la boda del rey Felipe VI y Doña Letizia

Felipe III le reconoce oficialmente en una disposición ser organista de "habilidad y suficiencia” como organista, virtudes exigidas por el rey para poder desempeñar tal puesto en la iglesia de las Descalzas Reales, y que podrían explicar también su afición a escribir obras policorales con acompañamiento.






En las actas capitulares de la Catedral abulense correspondientes al año 1573, se firma este acuerdo:

Música. Libros. Thomé de Victoria, residente en Roma hizo presente a sus mercedes por mano de Juan Luis de Victoria, su tío, de seis cuerpos de libros de música, encuadernados que parece dicho Thomé a compuesto. Recibiéronlos y mandaron que el maestro de Capilla y músicos los prueven y hagan relación en cabildo de su parecer.

Y en 4 de mayo acuerdan lo siguiente:

Músico Thomé de Victoria. A petición que se dio de parte de Thomé de Victoria para que le gratificasen los siete libros que dio de música para la Iglesia rrespondieron que por e presente no avía lugar de poderse hacer.

Fuente Wikipedia

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